Esta primera novela de Ricardo Cuadros, en su calidad de Opus 1, tiene características especiales.
Por su extensión, el autor ha encarado con propiedad la construcción de una novela larga, compleja, de secuencias narrativas múltiples. Por su densidad, presentará diversas formas narrativas que se suceden y enlazan a lo largo y a lo ancho del texto, no solo circunscritas al placer de contar historias sino también a la presentación de las etapas sucesivas en el adentramiento psicológico de los personajes, sus especiales circunstancias y acondicionamientos.
Por su proliferación caleidoscópica de escenas, encuentros y desencuentros, personajes diversos, anécdotas de todo tenor y pelaje, saltos, en ocasiones cualitativos, de tiempo y lugar, la novela ofrece los planos yuxtapuestos de una narrativa que emerge de la pluma de un autor bien provisto de recursos y modelos, y de una imaginación desbordante al servicio de un afán fabulador ilimitado.
Presentar, por tanto, una novela extensa, densa y caleidoscópica no es tarea fácil, y no podré entregar una visión ni siquiera esquemática de sus motivos, sus proyecciones, su propia dimensión.
El título mismo más desordena que orienta. El nombre propio al que apela, Celva, no es común y el lector en principio no sabe se se trata de un lugar, una acción o un personaje. Pensamos en una situación intermedia, en una averiguación acerca de una especial y misteriosa circunstancia, lo que con seguridad ha querido el autor: abrir desde el título la tapa de una insinuada caja de Pandora, a la que el lector accederá si persiste en la lectura.
Luego y muy pronto el autor nos introducé en un juego cambiante de narradores y hablantes, de códigos y modelos superpuestos, figuras que van y vienen, aparecen y desaparecen y van nutriendo caleidoscópicamente, ya decíamos, la acción.
El escritor nos presenta, mediante aventuras y avatares de muy especial disposición, el camino desde la realidad cotidiana a la otra realidad, la ficticia, el desarrollo de la biografía del héroe de la novela, Ramón Cáceres, y el destino de su autor mientras escribe y más tarde, novelista atrapado en realidades puramente literarias, Ramiro Celva.
Orientación de Celva es una novela ambiciosa. Se sitúa en la tradición narrativa latinoamericana que relata las peripecias de aquel o aquellos en principio ‘transplantados’, que desde estas tierras se afincan en otras y llevan consigo desde América a Europa su carga de experiencias cotidianas, su infancia nunca elaborada del todo, sus afanes de libertad y justicia a menudo amagados y mal comprendidos, su condición social misma.
La confrontaión y adecuación a nuevos códigos sociales, en ocasiones también a una nueva lengua, crearán a menudo aquel espíritu de clan invocado, caracterizado y novelado desde Blest Gana hasta Cortázar y Bryce Echenique.
En este sentido, la novela de Cuadros presenta el cuadro trashumante, de algún modo gitano, de personajes desplazados por un exilio en ocasiones voluntario o simplemente por el afán de un cambio de vida. Son aquellos que se reúnen en Rayuela a compartir añoranzas y asimilar estilos, o habitan y cohabitan en pensiones sórdidas como en La vida exagerada de Martín Romaña.
En Cuadros, al parecer, la detención en lo meramente descriptivo está vedada, prohibida la delectación morosa en la sensualidad del material lingüístico que despliega y elabora. Su adjetivación es estrictamente funcional y mostrará, como diría Carpentier, un mínimo de arrugas.
Nuestro autor maneja un ojo avisor, de halcón atento, de peuco vigilante, constantemente al acecho de todo letargo, todo sopor, de cualquier detención morosa en alguna escena desprendida del caleidoscopio.
Podría pensarse que su estilo es decididamente anti proustiano, si se recuerdan las aguas tan lentas de A la recherche… Sin embargo, el ojo avisor de Cuadros se detiene a menudo en un hecho aparentemente intrascendente para, a partir de allí, desarrollar una serie de indagaciones en el pasado del personaje. Así lo vivimos los lectores por ejemplo en la escena del beso de Eduardo sobre el hombro desnudo, más que desnudo, de Sara.
Los personajes se van describiendo, definiendo, caracterizando poco a poco. Más que el método de los vasos comunicante enunciado por Vargas Llosa estamos ante un método que podríamos llamar de buceo, en el que aparecen filiaciones diversas emparentadas con fragmentos de monólogos de instrospección analítica tipo Molly Bloom, recuerdos fulgurantes por mucho tiempo sumergidos en la memoria o la consciencia, asociaciones quizás lúdicas que de pronto son esclarecedoras.
Los cambios de tiempo y lugar son nutridos y atingentes a las peripecias del héroe, Ramón Cáceres, nacido de la pluma de Ramiro Celva quien a su vez, según su propio decir, está escribiendo ´la novela de su vida´, en el doble sentido de la instrumentalización narrativa de su propia existencia y el eventual logro de una gran novela, la mejor de su vida. Entre Celva narrador y Cáceres personaje se observan a menudo intercambios de piel, al punto que en ocasiones no se sabe con certeza quién es el que sueña a quién.
Cuadros maneja con precisión códigos, maneras, modelos diversos. Sus hablantes provienen de estratos diversos de la cultura y la sociedad, más allá de lo meramente local. Hay cambios de modo, de alocusión, de ritmo, de vocabulario, de sintaxis y comunicación hablada, desde la expresión soez y directa a la elucubración filosófica o metafísica. Sin embargo, el lector nunca enfrenta lo empalagoso pedante circunspecto, o meramente académico. En este sentido, el ojo de halcón avisor, de peuco vigilante, de Ricardo Cuadros detecta con precisión toda sofisticación innecesaria
Los diálogos presentan diversas formas en el relato, en secuencias delimitadas, a reglón seguido a modo de raconto, en dramatizaciones cuasi teatrales, siempre dinámicas. El autor sabe descolgarse de personaje en personaje, de parlador en parlador, cuyas proposiciones abren brechas a la comprensión de su carácter y contribuyen a crear la atmósfera requerida.
Los tiempos estrán instrumentalizados en la medida de su función. El presnte imperativo, aquel en el que parecen estar sucediendo los hechos, se alterna con las diversas formas del pasado y de un futuro condicionado por la esperanza y la proyección ilusoria de los personajes.
La obra está escrita en tercera persona. Sin embargo, el lector tiene constantemente la sensación de estar ante un flujo narrativo autobiográfico, una primera persona que se expresa, se disfraza y exterioriza mediante la máscara de una tercera persona, que también es capaz de desdoblarse, como un Proteo de fines del siglo XX, e iluminar la conciencia y el pensamiento de otras figuras actuantes, sin manifestar este narrador cualidades de omnisciencia.
En ocasiones la prosa de Cuadros se enriquece con un vivificante sentido del humor, ofrecido como juegos lingüísticos basados en el equívoco, en la incorrecta interpretación sintáctica o la asociación desinhibida, por ejemplo en la escena dialogada donde el narrador enreda la semejanza entre el pintor holandés amigo de Ramón, Henk Huisman, el mapa de Chile y Egon Schiele.
Orientación de Celva no es una novela histórica ni de tinte periodístico o documental: es una obra de ficción, por lo que sus espacios, tiempos y personajes han de leerse como tales: entes ficticios. Hoy estamos presentando la novela en uno de los lugares donde se desarrolla, Concepción, pero la ciudad que aparece en sus páginas es un espacio que el autor transforma, abstrae y mitifica en función del relato.
En las páginas de apertura del libro, Ramiro Celva – que ha sido profesor de literatura en Venezuela - cita una discusión con estudiantes sobre uno de sus ensayos acerca de la ´imbricación de los discursos histórico y ficticio en la obra de Ernesto Sabato´. Esta pregunta podría ser igualmente planteada ante Orientación de Celva y la podrá responder, si le interesa, el lector que se adentre en su extenso y caleidoscópico contenido.
Celebremos con alegría la aparición de este nuevo valor en la narrativa chilena, narrativa que con el tiempo habrá de aunar e integrar los logros creativos del los escritores en el exilio con los de aquellos que viven en el territorio nacional. Orientación de Celva, por sus cualidades especiales, merece más de una lectura atenta.
Eduardo Meissner.