COMENTARIO SOBRE ORIENTACIÓN DE CELVA

Texto de presentación de la novela en Santiago de Chile, julio de 1993.

Naín Nómez.

A lectura de Orientación de Celva, novela de Ricardo Cuadros, narrador chileno radicado en Holanda, me suscita varios comentarios.

El primero de ellos se refiere al acto de presentar libros. La presentación de libros debiera cumplir como primer objetivo el dar a conocer a una audiencia presente, las razones por las cuales un libro merece ser editado y recomendado para la lectura de un público masivo. En segundo objetivo debiera ser la representación del texto que se está mostrando, con el fin de que el auditorio se forme una idea de su contenido y de las estrategias discursivas que lo hacen merecedor de una elección para ser leído por el posible lector.

El primer objetivo de la presentación no siempre se cumple, ya que el sistema editorial del mundo contemporáneo funciona con leyes que convierten la obra en objeto de consumo y como tal, esta se vende de acuerdo con un mercadeo que privilegia el gusto masivo y una efectiva publicidad. De ahí la proliferación de obras, sobre todo literarias, cuya mínima calidad es compensada por un eficiente aparato publicitario y un ranking prefabricado que las pone a la altura de los concursos de belleza. En cuanto al segundo objetivo, si bien más efectivo, raras veces se convierte en una descripción adecuada de los méritos y desméritos de la obra, no pasando de ser en la mayoría de los casos sino un panegírico del amigo o una promesa cumplida y autosatisfecha.

En la novela que hoy nos ocupa, Orientacion de Celva, creo que es imperioso cumplir con ambos objetivos. En primer lugar porque Ricardo Cuadros, su autor, es un desconocido en las letras chilenas, ya que esta es su primera novela y ha vivido gran parte de su vida en Holanda. En segundo lugar, porque esta es una novela de la cual vale la pena hablar y que merece una mejor divulgación de la que ha tenido hasta el momento, a pesar del karma negativo que ha tenido su publicación, de lo cual les puede hablar mucho mejor su autor si lo desea.

El primer detalle que salta a la vista es que a pesar de ser una novela primeriza, su autor la ha reescrito 3 veces con lo cual nos entrega una obra decantada y depurada, de gran complejidad desde el punto de vista narrativo y temático. Un segundo detalle interesante es el  permanente juego intertextual que se establece entre el autor, los narradores, los personajes y la tradición literaria chilena, hispanoamericana y universal. Dentro de este juego, destacan el desorientador título en que se alude a “Celva”, apellido del personaje central de la novela; el epígrafe de Camus; las relaciones entre autor y personajes y las fraternales relaciones que se establecen con dos de los grandes naradores de la literatura argentina, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.

Dentro de los múltiples aspectos que se podrían destacar de las 416 páginas de esta novela, me quiero detener un poco en estas relaciones. El epígrafe de Camus indica que hay tres tipos de hombres: aquellos que no mienten y prefieren no ocultar nada, aquellos que mienten para hacer como que ocultan algo y aquellos que les gusta mentir y ocultar. Aunque las relaciones entre el novelista y su obra se difuminan fundamentalmente bajo la tercera categoría, es indudable que es bajo el juego de las tres que se produce la relación entre escritor, conciencia creadora y obra. En gran medida la orientación de esta novela está señalada por este epígrafe, que oculta al mismo tiempo que muestra la construcción de su discruso y su visión de mundo. Los antecedentes de las complejas relaciones que se establecen aquí entre autor, narrador y personaje vienen de la más rancia tradición de la novela moderna, empezando por Cide Hamete Benengeli, coautor del Quijote, la Nivola de Unamuno, los personajes en busca del autor (también citados en esta novela) de Pirandello y las ya referidas señales de Borges y Cortázar.

Dividida en dos partes, la novela se compone como Rayuela de una sección necesaria y de otra prescindible, aunque no tanto. La necesaria agrupa capítulos de tres secciones, las de “Días y noches en la isla de Bonaire” que van del I al X y que representan a Ramiro Celva el escritor, quien en la tranquilidad de la isla de Bonaire, escribe la novela sobre la vida de Ramón Cáceres, un exiliado chileno en Holanda, el cual se apodera totalmente del escenario novelesco en el momento en que Ramiro Celva termina de escribir la novela. A partir de los capítulos “Año Nuevo Vida Nueva Mi Vida”  I al III, y de aquellos que se nombran ¨Sospechas y Revelaciones en la vida de Ramón Cáceres” I al V, se muestra la crisis existencial del personaje Ramón Cáceres en Holanda, su relación con diversas mujeres, grupos de exiliados y personajes holandeses, entre ellos una mujer, Sara, de la que se enamora y con la que se mimetiza hasta asumir su personalidad, con un recuerdo de “El Inquilino” de Polanski, en uno de sus finales, tal vez el más onírico y ambiguo.

La segunda parte de la novela está formada por capítulos más bien fragmentarios, si se quiere prescindibles, siguiendo el modelo cortazariano de Rayuela, que presentan al personaje en diferentes situacions: diálogos y relatos en una lavandería; diálogos y relatos en el Refugio de los Hermanos del Crucificado; en las arenas del mar del Norte; cita con el futuro, con el pasado, etc.

En esta segunda parte, el protagonista Ramón Cáceres termina conociendo al autor Ramiro Celva, en una escena grotesca en que este último es devorado por sus propios libros, desapareciendo del mundo representado, en el que sigue deambulando Ramón Cáceres, cada vez más convertido en un personaje de novela de aprendizaje.

La verdad es que las bifucaciones temáticas y contextuales de esta novela son múltiples. Van desde el tema del exilio satirizado desde la conciencia de Ramón Cáceres, con las discusiones eternas de los grupos chilenos y las fisuras linguísticas y culturales, pasando por el erotismo y la pasión romántica del protagonista, su permanente aprendizaje, la obsesiva figura del padre real y supuesto y una soledad llena de angustias, que permanentemente se recubre de ironía y distanciamiento para poder sobrevivir. Sin embargo, el centro de la novela lo constituye el juego permanente entre autor y personaje, entre realidad y ficción, entre vida y lenguaje.

Ramiro Celva autor, alter ego de Ricardo Cuadros, autor; alter ego de Ramón Cáceres, traductor de una novelita romántica en que aparece un personaje que Cáceres también representa y a su vez coautor de un proyecto de un Auto Sacramental que es una alegoría de la historia de Chile, etc. Juego de espejos borginiano y cuestionamiento del rol de la escritura entre personajes cuyos fragmentos forman un mosaico de yoes que se repiten al infinito y que van conformando la figura simbólica y real de una máscara que nunca termina de hacerse.

Orientación de Celva es una novela para ser leída con el encantamiento gozoso de las novelas tradicionales por la multiplicidad de sus escenarios y situaciones, por sus diálogos bien conformados y sus incansables aciertos realistas y fantásticos: enanas que torturan al escritor y cuestionan su talento, laberintos que conducen a lugares de ensueño y callejones sin salida, personalidades que se transforman, junto a invenciones realistas sobre la historia de Chile, torturadores que van a ser torturados, personajes carnavalescos, críticos y dulzones, aparecen y reaparecen como permutaciones de un mundo en que las fronteras entre ficción y realidad son constantemente borradas. Pero más que nada, la novela de Cuadros es una novela de imaginación y cuestionamiento del propio rol del escritor, del crítico, del lector y de ese personaje que llevamos todos adentro, ese que se escapa hacia el simulacro, ese que no puede evitar la máscara y que se angustia antes la multiplicidad de las imágenes que va forjando de sí mismo ante los demás y que lo convierten también en un personaje de ficción. Esa es la trampa de la que quieren salir Ramón Cáceres, Ramiro Celva y tal vez Ricardo Cuadros. Gracias.

Naín Nómez.