7 POEMAS DE NAVEGAR EL SILENCIO
La bondad
es una tara
que me persigue
(o que arrastro)
en cada uno
de mis actos.
Me la legaron
antepasados idiotas
o criminales.
Me obliga a desgastarme
regando los mares,
lamiendo la sangre
de los heridos,
absorve toda mi finitud,
es una mierda.
Ahora me preparo
concienzudamente
para cometer
mi primer crimen
y así poder,
vencido al fin,
legar algo a alguien.
y nos daremos la espalda
con amor desterrado
y caminarenos un poco a ciegas
con las rodillas doblándose
apenas
y nos verán pasar las terrazas
llenas y ladrará el fantasma del perro
y me dirás una vez más
que por todo esto nos amamos
y desde lejos por la tierra
vendrá nombres sueltos danzando
hasta dibujar con sus cuerpos
otro arcoiris para nuestra cabeza
atónita
otro pozo para caer
y subir llenos de agua fresca.
Hoy fue robada
la brasa que desde el fondo
da su vida al aire
que entra y purifica.
Fue robada la nube
donde abrevan las venas.
Fue robada desde afuera.
Mi cavidad seca y vacía
busca al ladrón entre las piedras
y los bosques del resto del mundo,
busca sin esperanza,
buscaespera.
Lo reconoceré
por las manos quemadas
y qué podré decir,
qué podré vengar en él:
el dolor es un péndulo
que regresa insobornable
al centro de mi ignorancia.
El ladrón ha huido conmigo
en la bolsa, separándome,
dejándome solo en el lugar
de su delito.
El ladrón que forzó
la puerta de mi casa,
que empañó este vidrio
con su aliento,
se me parece mucho,
me mira con mis ojos
y ríe a mis espaldas.
Hoy he sido robado.
Ahora salgo a recuperarme
por el infinito mundo.
Hay en esto una renuncia
como de gaviota fotografiada
en el instante anterior
al graznido hambriento.
Renuncia al minuto decisivo
de nuestra media verdad
estrellándose con la nada,
horrible apego a ser querido
por la distancia de los otros.
Y repetir ante una ventana
con la lucidez
del herido de muerte
palabras de Una Temporada
en el Infierno,
ante una ventana
para que no haya eco,
solo sorprendan a la gaviota,
las tripas que no querría
fotografiar
subiendo por el aire.
Y ser por un momento,
mientras el aire transita
por mis cuerdas modelando
las palabras del poeta,
el poeta:
tripa que se disuelve
en el aire,
algo como espíritu de tripas.
Solo un poco de luz fría
nos seguirá dando contorno
y a los platos ya vaciados,
a la ventana abierta a la ciudad
que también duerme
desde antes de tu llegada.
En esta luz que es honda
y azul como su propio sonido
tu piel tornasolada, tu voz
reconstruyendo la distancia
que nos separaba.
Caerá la noche monótona,
la humedad de las ranas
y no llegaremos al abrazo
ni la luna en tus senos,
tan solo tu pelo trenzado
y murmullos más bien inútiles.
Por la plaza vagan sombras
y gatos, en su centro seco
agonizan los últimos peces,
no hay grandes animales,
ya no quedan.
El aire me obliga, como antes
a ser alguno en la embriaguez
de lo trascendente,
el aire cargado de aromas
en el silencio cupulado
y tu cuello se deja vencer
hacia la hierba, obediente
para que haya roce y eco
de tu presencia
en la intimidad de la lombriz,
en la brazada inmensa
de las estrellas.
Voy a nombrar
al hombre que era bello
porque no lo sabía,
al hombre que oculto
en su nombre y su ropa
iba por el mundo
como una bofetada,
un vuelo de faldas en un baile,
una mirada de recién nacido
tras la ventana.
El hombre que se repite
y la mujer sentada
al borde de la cama desecha,
la mujer que era todas ellas
con su frente ávida,
su lengua incomprendida,
leche espesa y orgasmo arcano.
El hombre y la mujer
que éramos todos,
ciegos hacia el sudor
del abrazo que aplaca
y alimenta el deseo.
Voy a nombrarnos
por si valiera pena:
señor, señora,
amados míos,
levanten la cabeza;
es hora de partir.
No termina de amanecer
en este rincón del planeta
donde he venido a dar
por azar o destino
mi brújula de explorador
que se extravía y encuentra
a cada rato
mi uniforme de soldado
desertor
con sus estrellas despuntadas
y remiendos maternales.
El cuarto oscuro
donde la única
foto que sale bien
es una mujer
que me besa
no sé si para quedarse
o decir adiós
y esa extraña cópula
de caballos negros
que te hacía reír
en mi sueño.