El Sur, septiembre de 1993.
Revista Latina, nr. 6, 1993.
Tulio Mendoza Belio.
Comencemos estas notas por el título del poemario: Poemas del hambre y su perro. Llama la atención la inversión de ambos sustantivos en el sintagma, ya que desde el punto de vista semántico, lo lógico sería Poemas del perro y su hambre, pero toda hambre tiene su perro, es decir se busca una correspondencia a nivel de una necesidad básica. Tal vez sea el poeta, el hombre, en la búsqueda constante del alimento, material y espiritual, que le permita vivir y dar sentido a su existencia. Con relación a este mismo título, al comienzo del libro, encontramos unos versos del poeta argentino Roberto Juarroz (Buenos Aires, 1925): “Pero toda perdida es el pretexto de un hallazgo./ Los mensajes perdidos/ inventan siempre a quien debe encontrarlos”.
Si aventuramos una relación entre el nombre del libro y este epígrafe, podríamos decir que la pérdida es el hambre, pero que a la vez el hambre, el deseo, la necesidad de amor, de vida, es siempre el “pretexto” para saciar, para satisfacer, para compensar esa pérdida, esa hambre. Por eso el poeta dice que “lo perdido”, en este caso “los mensajes perdidos” (tal vez la palabra no recepcionada, la semilla caída en tierra infértil), estarán siempre ahí, gracias a la vitalidad y a la fuerza creadora del poeta, para acudir a la búsqueda de otro ser humano, de un posible lector, de alguien que recupere la “palabra perdida” y la tranforma en “palabra encontrada”. Esto que acabamos de señalar, quizás funcione como “arte poética” de la escritura de Ricardo Cuadros, es decir, como una declaración de intención, explícita o implícita, en lo que respecta a la esencia y a la función de la poesía.
Otro aspecto que conviene indicar con relación al título del libro, es que la frase nominal “el hambre y su perro” tiene que ver más con un registro coloquial, cotidiano, el speech, el habla y, sin embargo, la mayoría de los poemas, aunque están hechos con palabras conocidas, tienen ese halo de misterio, de sugerencia, de conotación que da el registro lírico el cual, mediante el carácter narrativo característico de las últimas promociones de la poesía chilena, crea un ambiente, un ámbito, una atmósfera en torno al poema que casi siempre termina dejando en el receptor una inquietud, una duda, un asombro, algo mágico: “Tu espalda es un rostro/ que nunca me había mirado./ El sudor se van empozando/ en la cuenca de mi mano/. Respiras con tanta calma/ que se oye circular tu sangre/por toda la casa” (poema “Siesta”).
En estos textos de Ricardo Cuadros, nada es gratuito, hay voluntad creadora, pero la palabra plasmada tiene también eso que viene de mas allá, de la otra orilla, del misterio, de la poesía misma. Como Ricardo Cuadros es tambien fotógrafo, imaginamos algunos de sus poemas como verdaderas fotografias, con sus diversos planos, perspectivas y colores. Y lo que la fotografía nos presente simultáneamente, el ojo del poeta, transformado en el ojo de un fotógrafo, debe captarlo en el tiempo y en el espacio, ambas características fundamentales de la palabra, que ya Saussure formuló hace años, es decir, la palabra se da como una sucesión de fonemas, uno tras otro en la cadena hablada y, de modo más evidente, en la escritura, donde claramente se puede apreciar que un grafema o letra sigue al otro y nunca se superponen.
Pensamos, entonces, que hay un intento, consciente o inconsciente, de parte del autor, de estructurar un poema visual, pero más “en la mente” que “en la realidad”. con esto queremos decir que no estamos frente a los caligramas de Apollinaire, ni al Creacionismo de Huidobro o Reverdy, en suma a la poesía llamada “concreta”, sino en presencia de otro modo de encarar el fenómeno poético. Ricardo Cuadros construye una imagen mental, un abstracto, de un conjunto de experiencias, lo que lo acerca a Borges, pero a diferencia de éste, Ricardo Cuadros no desarrolla una íinea filosófica ni entra de lleno en la metafísica ni en el subconsciente, como sucede en Humberto Díaz Casanueva, por ejemplo, sino que de modo muy logrado y eficaz nos muestra una posibilidad, “su” posibilidad, aquí y ahora , de aprehender el mundo con el ojo atento de un fotógrafo y eso es lo que transcribe, traduce y plasma en sus interesantes poemas.
Tulio Mendoza.